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RossiFoto: MotoGP

En una entrevista cargada de anécdotas y confesiones, Valentino Rossi repasa su salida de Yamaha, sus supersticiones como piloto y el momento exacto en que decidió poner fin a su carrera en MotoGP.

Valentino Rossi ya no corre en MotoGP, pero sigue acelerando emociones. En una conversación distendida y llena de nostalgia con Giacomo Poretti en el PoretCast, el nueve veces campeón del mundo volvió a abrir el álbum de su carrera, ese que ya forma parte de la historia del deporte. Entre anécdotas personales, rituales supersticiosos y decisiones difíciles, “Il Dottore” se desnudó emocionalmente como pocas veces lo ha hecho.

Uno de los momentos más reveladores fue el relato de su salida del equipo oficial Yamaha, una herida cerrada con elegancia, pero no sin impacto. “El gran jefe de Yamaha, Lin Jarvis, me llamó y me dijo que teníamos que vernos. Vino a Tavullia y un poco imaginaba lo que quería decirme”, confesó. Lo que parecía una charla rutinaria terminó siendo el principio del fin. “Prácticamente me despidió, porque había que fichar a Fabio Quartararo. Pero yo sabía que tenía 40 años y claramente entendía la situación”.

Rossi no se rindió. Esa misma astucia que le permitía exprimir una décima más en la última curva, apareció fuera del circuito. “Le cogí por sorpresa pidiéndole que no me dejara fuera y que me consiguiera igualmente una Yamaha, tal vez con el equipo Petronas. No logró decirme que no”, recordó entre risas. Su capacidad para reinventarse, incluso en los últimos compases de su carrera, define mejor que nadie su legado.

El piloto supersticioso y el ser humano que se despide

Durante la charla, apareció otro Rossi: el supersticioso, el metódico, el vulnerable. “Soy extremadamente supersticioso, es casi un problema”, confesó. Desde escuchar el disco Bollicine de Vasco Rossi cada domingo, hasta gestos repetitivos antes de cada carrera, sus manías eran parte del ritual de guerra. “La superstición es un lío”, dijo con esa mezcla de humor y sinceridad que lo hace único.

Pero si hubo una carrera que condensó toda la emoción de su carrera, fue la de Montmeló 2009. Ese duelo agónico con Jorge Lorenzo se quedó grabado en la memoria de todos… y en la suya. “Fue como dos jugadores de póker en la última mano. En la Curva 8 me sacó un poco de ventaja y entendí que en la 9 no lograría pasarlo. Tenía en mente, desde el año anterior con Stoner, que quizás había otro punto en la última curva. Me metí esperando que, si me caía yo, se cayera también él”. Esa última curva, ejecutada con fe y osadía, es ya parte del folclore del motociclismo. “Desde ahí hasta la meta serían seis segundos, pero inolvidables”, sentenció. Seis segundos que resumen una vida al límite.

El final: Assen, Bastianini y Giulietta

La decisión de parar llegó como llega todo en la vida: cuando menos lo esperas, pero justo cuando debe. Fue en Assen, en 2021, batallando con Bastianini. “Me caí, me di un buen golpe y allí me dije que lo dejaría”. Fue entonces cuando su mundo cambió de marcha: “Casualmente, en esos días con Franci supimos que llegaría Giulietta”. El adiós de Rossi no fue un portazo, sino un gesto maduro, una curva bien trazada hacia otra vida. El piloto eterno bajó el telón justo cuando entendió que el cuerpo decía basta y el corazón le señalaba otro camino. En esta entrevista, Rossi no solo habló de motos. Habló de señales, de caídas, de renacimientos. Y, como siempre, lo hizo a su manera: con una sonrisa en la cara y una historia que contar.

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