Raúl Fernández, único con experiencia en Aprilia para 2025, atraviesa su peor momento en MotoGP y confiesa haber tocado fondo tras el GP de Jerez.
La temporada 2025 debía ser, por fin, el año de Raúl Fernández. Tras dos cursos grises con Aprilia y la promesa de un proyecto ilusionante como el de Trackhouse Racing, todo apuntaba a que el madrileño podría consolidarse como referencia dentro de la fábrica de Noale. La retirada de Aleix Espargaró, el adiós de Viñales rumbo a KTM y la marcha de Oliveira a Yamaha dejaban a Raúl como el único piloto con experiencia previa en la RS-GP. Pero la realidad, cinco grandes premios después, está muy lejos de ese papel de líder.
Fernández es 19º en el Mundial con solo seis puntos. Su mejor resultado: un discreto 12º en Austin. Mientras tanto, el novato Ai Ogura, su compañero en Trackhouse, sorprende con regularidad y ya es octavo en la general. La comparativa duele, y Raúl no lo oculta. Lejos de las excusas, el piloto de San Martín de la Vega ha hablado claro tras el GP de Jerez, donde terminó 15º y tocó fondo: “Sinceramente, pasé un muy mal domingo. No lo paso bien y no me apetece estar así en mi vida”.
En un deporte donde muchas veces el silencio pesa más que la sinceridad, Raúl se ha atrevido a poner voz al sufrimiento. No solo el de no conseguir resultados, sino el de no reconocerse encima de la moto. “Llevo dos años en Aprilia, éste es el tercero, y no tiene nada que ver”, reconocía.
“No me encuentro nada a gusto. No podía sacar mi punto fuerte, no sabía cómo llevarla ni cómo gestionarlo”.
Sus palabras dibujan la radiografía de un piloto atrapado en una moto que no siente suya.
Un lunes para volver a sonreír
Pero no todo ha sido oscuridad. Tras ese domingo negro en Jerez, llegó un lunes de test que cambió algo más que la puesta a punto de la moto. “Volví a sonreír y decir: ‘Tengo ganas de ir a Francia’. Esto no me había pasado”. Fernández y su equipo trabajaron sin descanso, probando configuraciones, completando largas tandas y buscando respuestas a un año que parecía perdido antes de empezar.
“Fue un día muy productivo. Mareamos con la moto, hicimos casi cien vueltas. Sentí que volvía a entender cosas y volvía a ir rápido”.
Raúl no lanza las campanas al vuelo, sabe que un test no garantiza nada, pero sí le ha devuelto la esperanza. Su objetivo ahora no es solo sumar puntos o meterse en el top 10. Es recuperar sensaciones, divertirse encima de la moto y volver a fluir. “Quiero ver qué pasa. A lo mejor estamos en la misma situación o le damos la vuelta. Pero el lunes fue un punto de inflexión muy bueno con todo el equipo”.
Una lucha interna
En un paddock que muchas veces premia la frialdad y castiga la emoción, Fernández ha decidido abrirse. Ha reconocido la dificultad de mantener una actitud positiva cuando nada sale, pero también su esfuerzo por no hundir al equipo con su frustración. “He querido ser positivo con el equipo y no ponerles esa presión de que todo es una mierda. Esta gente se va del box a las once de la noche y llega a las siete de la mañana”.
A sus 24 años, Raúl Fernández se encuentra ante un cruce de caminos. No por su talento, que nadie cuestiona, sino por la necesidad urgente de reencontrarse consigo mismo en una moto que hasta ahora lo ha alejado de lo que fue. Le Mans será un nuevo examen, pero también una oportunidad para confirmar que ese lunes en Jerez no fue un espejismo, sino el principio de una nueva versión de sí mismo. Una que, quizás, aún tenga algo importante que decir en MotoGP.
¡Si quieres estar informado siempre de todas las novedades, subscríbete a nuestra web y síguenos en nuestras Redes Sociales (@pieldeasfalto) o a través de nuestro canal de Telegram!
Suscríbete a nuestra Newsletter para recibir todas las novedades.