Marc Márquez ha firmado en Sachsenring una de esas victorias que se quedan tatuadas en la historia del motociclismo. Su triunfo número 12 en este trazado, sumando sus años en 125cc, Moto2 y MotoGP, ha sido mucho más que una carrera perfecta: ha sido, en sus propias palabras, su “novena sinfonía”, un reencuentro con la plenitud.
El himno de la alegría… con mono rojo
“¿Sabes cómo se llamaba la novena sinfonía de Beethoven? El himno de la alegría”, recordaba Márquez entre bromas. No le faltaba razón. Tras años oscuros marcados por las lesiones y las dudas, el de Cervera ha vuelto a levantar los brazos como solía, con autoridad y emoción contenida.
Más allá de la victoria, el momento lo compartió con su hermano Álex en el podio, una imagen que no se daba desde 2020, cuando ganó su última carrera en el trazado catalán, y que da sentido a todo el esfuerzo. “Nos ha sorprendido, pero ya lo vi capaz de todo”, dijo Marc, refiriéndose a un Alex tocado físicamente pero determinado mentalmente.
200 grandes premios y una historia que sigue viva
Márquez celebró también su 200º Gran Premio en el Mundial con victoria, redondeando una jornada histórica. “Quiere decir que ya llevo 200 grandes premios, pero seguimos a un gran nivel”, declaró satisfecho, sin perder ese tono prudente con el que ahora gestiona los éxitos.
Porque si bien domina con contundencia —lleva 17 victorias en 22 carreras posibles—, prefiere pensar en negativo para no relajarse. “Quedan 11 carreras, solo hemos hecho 11. Pueden pasar muchas cosas, lesiones… Ojalá que no.” Una lección aprendida a base de cicatrices.
Remontadas o rodillo rojo: ¿cómo prefiere ganar?
“Disfruté más la de ayer que la de hoy,” confesó. La emoción de una remontada, la adrenalina de una victoria peleada hasta el último suspiro. Pero Sachsenring fue distinto: era una prueba de fuego mental. En Austin intentó liderar desde el inicio y falló. Esta vez no. “Hoy esa concentración no ha fallado.”
Un Márquez más cerebral, menos impulsivo, pero igual de letal cuando todo cuadra. El podio con Álex, el dominio total, el homenaje a Borja Gómez al final del día… Todo sumó en una jornada que, para él, ya tiene nombre propio: la novena sinfonía.
Un círculo que se cierra, otro que se abre
En el mismo escenario donde en el pasado quedó abatido tras una caída y dudas infinitas, Márquez hoy sonríe con serenidad. “Los recuerdos que tengo de la Honda son muy buenos. No quiero pensar en los malos.” En Ducati ha encontrado luz, libertad y confianza.
Y aunque aún no mira el campeonato como un hecho consumado, sabe que lo están esperando. Él prefiere no hacer quinielas, pero el paddock ya empieza a preguntarse cuándo se proclamará campeón. “Veo el vaso medio vacío para mantenerme alerta,” repite. Como buen genio, la perfección nunca es suficiente.
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