Yamaha y Honda, impulsadas por las concesiones, recuperan sensaciones y amenazan con romper el monopolio europeo.
Durante años, MotoGP ha estado gobernada por Ducati con una superioridad aplastante. La fábrica de Borgo Panigale no solo ha dominado la parrilla en número de motos, sino también en resultados, tecnología y gestión deportiva. Sin embargo, en 2024 se encendió un nuevo motor en el paddock: el sistema de concesiones. Y en este 2025, Yamaha y Honda han empezado a recoger sus primeros frutos, en silencio, pero con paso firme.
Las nuevas reglas del juego
Con el objetivo de nivelar el terreno, MotoGP introdujo en 2024 un sistema de concesiones dinámico. La clasificación de los fabricantes en función de sus resultados dio acceso a ciertos privilegios para las marcas más rezagadas. Yamaha y Honda, históricas venidas a menos, pasaron a contar con días extra de test, libertad para usar pilotos titulares en pruebas privadas, motores adicionales y evoluciones homologables durante la temporada. Estas herramientas no garantizan resultados inmediatos, pero han permitido una cosa fundamental: trabajar con tiempo y sin ataduras. Y eso, en un campeonato tan milimétrico como este, marca la diferencia.
Yamaha: la revolución silenciosa
Fabio Quartararo es el termómetro de Yamaha. En 2023 amenazó con marcharse. En 2024, pidió cambios estructurales. Y en 2025, tras renovar, ha empezado a ver señales de vida. La llegada del ex-Ferrari Luca Marmorini al departamento de motores trajo una nueva filosofía: menos improvisación, más método. La M1 sigue sin estar al nivel de las Ducati, pero ya no es la moto perdida que era hace un año. En circuitos como Austin o Jerez se han visto destellos de competitividad, sobre todo en ritmo de carrera. Fabio sigue exigiendo mejoras —sobre todo en aceleración—, pero ya no suena desesperado. Yamaha está lejos de la cima, sí. Pero ya no compite en la oscuridad.
Honda y el valor de la experiencia
En 2025, Honda ha hecho lo impensado: abrirse a la autocrítica. Y parte de ese cambio se llama Aleix Espargaró. El catalán, aún como wild card, se ha convertido en el eje del desarrollo de la nueva RC213V. En Jerez, su presencia fue clave para analizar el paso adelante respecto a 2024.
A diferencia del pasado, Honda ya no fuerza resultados inmediatos. Ha recuperado parte del ADN japonés: pulir antes de acelerar. Los datos de Joan Mir en los test de Jerez, la mayor estabilidad del tren delantero y la tracción mejorada son señales claras. Todavía no luchan por podios, pero ya no son la última referencia. Y eso, en este contexto, es un avance.
Datos que avalan la tendencia
En los primeros cinco Grandes Premios de 2025, tanto Yamaha como Honda han sumado puntos en todas las carreras con al menos un piloto. Fabio Quartararo y Joan Mir han accedido de forma regular a la Q2, y en algunas tandas largas de test privados, los cronos se acercan al top 5. La diferencia ya no es de segundos, sino de décimas. Más allá de los resultados, hay un cambio de narrativa: ya no se habla de “sobrevivir”, sino de “evolucionar”.
Mirando al futuro
El mercado de pilotos para 2026 será la gran prueba. Si Yamaha y Honda logran convencer a nuevos talentos —o retener a los actuales— con proyectos sólidos, se podrá hablar de una verdadera reconstrucción. De momento, las concesiones han sido una bendición. No son un atajo al éxito, pero sí un salvavidas que está funcionando. Ducati domina. KTM acecha. Pero las fábricas japonesas, históricas y orgullosas, han recuperado algo más valioso que una victoria: el rumbo. Y puede que en este nuevo MotoGP, silencioso pero implacable, quien llegue más lejos no sea quien corra más… sino quien sepa cuándo acelerar.
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