El equipo británico enfrenta su momento más delicado del año tras el doble abandono en Austria. Carlos Sainz reconoce la frustración, pero mantiene la fe en el rendimiento del coche.
Después de un prometedor arranque de temporada en el que Williams parecía liderar la zona media con autoridad, los problemas de fiabilidad han empezado a aflorar justo cuando el calendario de Fórmula 1 entra en su tramo más exigente. El doble abandono en el Gran Premio de Austria ha encendido las alarmas en Grove, donde ya se habla abiertamente de “cierta preocupación” por el comportamiento del FW47.
Uno de los primeros en reconocerlo ha sido Carlos Sainz, quien en la previa del GP de Gran Bretaña no esquivó la realidad del equipo: “Obviamente hay un cierto nivel de preocupación dentro del equipo después de tener tantos problemas de fiabilidad: tres seguidos, dos de Alex [Albon] y el problema de frenos que tuve yo”, declaró el madrileño con franqueza.
En Spielberg, el coche de Sainz sufrió un fallo en el sistema de frenos que truncó una posible remontada desde atrás. Una avería que, según el español, ya ha sido comprendida: “Lo del freno fue por un montón de cosas que entendemos ahora por qué sucedió y no debería volver a suceder”.
Sin embargo, el mayor quebradero de cabeza sigue siendo el fallo que arrastra el monoplaza de Albon desde hace varias carreras, un problema que el equipo no logra replicar ni en simulador ni en entrenamientos: “Es muy muy extraño, sólo ocurre en carrera. No podemos simularlo en ciertos momentos del fin de semana, aunque lo intentemos lo mejor que podamos”, confesó Sainz, mostrando la frustración del equipo.
El reto invisible: una fiabilidad esquiva
Más allá de un único fallo repetitivo, Sainz explicó que el verdadero drama radica en una sucesión de pequeños erroresque aparecen justo cuando más se necesita al coche: “Surgen en los momentos más estresantes del fin de semana, podría ser la Q1, la Q2 o la carrera. Eso te impide conseguir el resultado y explotar el potencial del coche”.
Y ese potencial, insiste el piloto, es real. Porque si hay algo que aún ilusiona dentro del box de Williams, es la base del monoplaza. El FW47, pese a sus males, sigue siendo competitivo: “Creo que una cosa que nos mantiene tranquilos y animados es que la velocidad del coche está ahí. Estoy seguro de que podríamos haber ganado la batalla de la zona media en Austria incluso casi empezando desde atrás con el ritmo que teníamos”.
El Gran Premio de Gran Bretaña será, por tanto, una prueba clave para Williams. No solo por tratarse de la cita de casa, con la fábrica a pocos kilómetros de Silverstone, sino porque supone una oportunidad para detener la hemorragia de errores antes del parón veraniego. La fiabilidad será el gran objetivo. El ritmo, por ahora, sigue estando del lado azul.
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